lunes, 14 de septiembre de 2009

Arroz al curry de campaña

Sábado 12, 5:15 pm

La selección española está jugando el último cuarto contra Turquía y empieza a perder la ventaja que tenía acumulada.

Tus tripas rugen y te das cuenta de que no has comido... Pensaste que podías engañar al hambre desayunando a las 12h como si fuera tu última cena, pero tu cuerpo es sabio y sabe que hay que comer algo caliente y grasiento antes de la puesta de sol...

No hay sobras calentables en la nevera, las salchichas se acabaron ayer y ni siquiera tienes pan de molde y fiambre... Los armarios llenos de legumbres, especias y verdura son hostiles y su contenido no puede ser procesado en el microondas.

Bear Grylls bajaría al jardín de tu casa a buscar algún resto dejado por los perros del vecino (quizá se comería al perro del vecino), pero todavía te queda una posibilidad, una receta no apta para cualquier estómago:

ARROZ AL CURRY DE CAMPAÑA

Pones una pequeña cazuela al fuego, con un chorro de aceite, mientras te diriges a buscar algo para condimentar al arroz... Tras varios minutos de infructuosa búsqueda, la cazuela empieza a desprender tenues volutas de humo, (nota mental: no poner nada al fuego si no tienes los ingredientes listos, o por lo menos pensados), por lo que te rindes y echas únicamente un diente de ajo picado con el cuchillo Ginsu que a tu madre le dió por comprar en teletienda...

El aceite y el ajo chisporrotean, y ante la ausencia de cebollas enteras, decides coger un bote de cebolla en polvo y echarle un buen puñado, lo que provoca que el sofrito empiece a tener un aroma a comida de madre, pero un aspecto de comida de orfanato.

Gasol y compañia siguen perdiendo balones tontos y ya se encuentran por debajo en el marcador a falta de pocos minutos, pero la cazuela vuelve a reclamarte, pues el ajo y la cebolla estan bastante dorados. Echas medio vaso de arroz (para una única persona es más que suficiente) y lo remueves constantemente para que no se quede pegado, mientras escuchas el sonido característico del arroz puesto "a pelo" sobre el sofrito caliente, como si estuvieras haciendo palomitas de maiz.

Pasados unos minutos, cuando el arroz ya está caliente, toca echar el agua, una vaso entero (regla de abuela, elevable a la categoría de Ley Física: siempre el doble de agua que de arroz), pero decides, como ocurrencia de última hora, añadirle un cubito de caldo de pollo.

Con el fuego bien fuerte, al echar el agua se produce una nube de vapor que te empaña las gafas, a la vez que se escucha un tenue suspiro (el sospiro que llaman los italianos al hacer risotto), y durante unos segundos no ves nada.

Al volver a recuperar la visión, loados sean los verdaderos dioses, te encuentras con que el cubito de caldo ya se ha disuelto y en el cazo hay una especie de sopa marrón de arroz en constante ebullición, como esto termine así acabas llamando al Telepizza de debajo de casa...

Con algo de paciencia, mantienes el fuego vivo, provocando la evaporación del agua mientras el arroz se ensancha y reblandece, y removiendo constantemente para que no se quede pegado. A estas alturas te puedes permitir volver mirar el partido, comprobando con consternación que a falta de poco más de un minuto perdemos de 5.

Cuando el agua está cerca de consumirse, te acercas un momento a explorar la nevera y encuentras una botella de Jerez provocándote, por lo que le echas un chorro generoso a la masa burbujeante de la cazuela. Esta vez no hay ni suspiro ni vapor ni nada, pero a cambio obtienes un apetitoso olor profundo y ligeramente picante...

Sin dejar de moverlo con una cuchara de palo, a este paso te vas a poner cuadrado porque la sopa empieza a espesarse, llega el momento de coger el bote de curry del armario de las especias, quitarle la tapa y el dosificador y espolvorear dos buenos puñados de polvo amarillo sobre el arroz, ahora cremoso porque ha perdido gran parte del agua. Es importante remover muy bien, para impedir la formación de grumos y que el guiso comience a tomar esa tonalidad amarilla tan familiar.

Continúas removiendo unos minutos, mientras el arroz termina de coger la consistencia necesaria. A todo esto, Llull se juega la última posesión de España y se estrella contra la barrera de la defensa turca, fallando el mate. A los turcos todavía les da tiempo a intentar una canasta y provocar una falta...

Justo antes de sacar la cazuela, con el fuego aún caliente y el arroz jugoso, toque final: echas un huevo sobre el arroz y lo bates todo frenéticamente unos 30 segundos, permitiendo que el huevo se caliente pero evitando que llegue a coger textura de huevo frito o revuelto. Esto le dará al arroz un toque cremoso muy rico.

Finalmente, pones el arroz en un plato y te lo llevas a la mesa. España ha perdido de 3 y a Marc Gasol le ha faltado tiempo para rajar contra Scariolo, pero una vez más has conseguido sobrevivir, y sabes que ese arroz te mantendrá con vida al menos hasta mañana...


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