sábado, 23 de julio de 2011

Quiero

Dime pronto el secreto de tu existencia;
quiero saber por qué la piedra no es pluma,
ni el corazón un árbol delicado,
ni por qué esa niña que muere entre dos venas ríos
no se va hacia la mar como todos los buques.

Quiero saber si el corazón es una lluvia o margen,
lo que se queda a un lado cuando dos se sonríen,
o es sólo la frontera entre dos manos nuevas
que estrechan una piel caliente que no separa.

Flor, risco o duda, o sed o sol o látigo:
el mundo todo es uno, la ribera y el párpado,
ese amarillo pájaro que duerme entre dos labios
cuando el alba penetra con esfuerzo en el día.

Quiero saber si un puente es hierro o es anhelo,
esa dificultad de unir dos carnes íntimas,
esa separación de los pechos tocados
por una flecha nueva surtida entre lo verde.

Musgo o luna es lo mismo, lo que a nadie sorprende,
esa caricia lenta que de noche a los cuerpos
recorre como pluma o labios que ahora llueven.
Quiero saber si el río se aleja de sí mismo
estrechando unas formas en silencio,
catarata de cuerpos que se aman como espuma,
hasta dar en la mar como el placer cedido.

Los gritos son estacas de silbo, son lo hincado,
desesperación viva de ver los brazos cortos
alzados hacia el cielo en súplicas de lunas,
cabezas doloridas que arriba duermen, bogan,
sin respirar aún como láminas turbias.

Quiero saber si la noche ve abajo
cuerpos blancos de tela echados sobre tierra,
rocas falsas, cartones, hilos, piel, agua quieta,
pájaros como láminas aplicadas al suelo,
o rumores de hierro, bosque virgen al hombre.

Quiero saber altura, mar vago o infinito;
si el mar es esa oculta duda que me embriaga
cuando el viento traspone crespones transparentes,
sombra, pesos, marfiles, tormentas alargadas,.
lo morado cautivo que más allá invisible
se debate, o jauría de dulces asechanzas.

Vicente Aleixandre

domingo, 3 de julio de 2011

Recuerdos

- ¿Sabes que las montañas del horizonte son de color azul?

La miré de reojo, con media sonrisa, y le apreté la mano mientras sujetaba el volante con la mano izquierda.

- No te rías... Todo el mundo pinta las montañas del horizonte de color marrón, pero realmente son de color azul oscuro, míralas bien.

Su gesto de niña enfadada y sus ojos azules muy abiertos terminaron por hacerme sonreir del todo, aunque no pude evitar dirigir la vista al horizonte y mirar las montañas que se recortaban en el horizonte, efectivamente de color gris azulado.

- Claro, eso explica por qué cuando pinto un paisaje parece que lo ha hecho un niño de tres años, seguro que a partir de ahora podré colgar mis cuadros en El Prado.

- Eres bobo...Y cuando pintas un cuadro parece que lo ha hecho un niño de tres años porque todavía pintas los soles con caras sonrientes. - contestó mientras me daba un beso en la mejilla.

Yo acaricié su espesa cabellera rizada, mientras no quitaba ojo de la carretera.

Mi Ibiza negro continuó devorando kilómetros y se perdió en el horizonte, con un macizo montañoso de color innegablemente azul al fondo.

La memoria es un ser cruel, que disfruta torturándonos de manera caprichosa. Intento expulsar ese recuerdo de mi mente, mientras dejo la foto del Pabellón de Miës sobre la mesa. Aquel viaje secreto acabó en Barcelona y aquella foto muestra una inocente postal del Pabellón pero, aún hoy, ampliándola, todavía se puede ver en una esquina el reflejo de mi figura, prohibida,  en un cristal de la fachada, como un fantasma incorpóreo.

Siento que la casa es como la foto, vacía, aséptica, pero en cada detalle aparece un objeto que refleja su presencia ahora ausente.

- Quiero que acabe ya esto - Me dijo, con los ojos inundados de lágrimas, mientras yo la abrazaba con el alma encogida.

- No te preocupes, que todo saldrá bien... Ya verás como dentro de unos meses volvemos a aquel rincón secreto en la playa, y llenamos otro frasquito de agua de mar.

La besé con cariño, sus lágrimas sabían saladas como el mar que tanto ansiaba volver a ver, y la volví a abrazar con fuerza. Su cuerpo menudo cada día era más ligero y su cara empezaba a mostrar signos de agotamiento.

- No quiero que vuelvas a dejarme sola - Sus palabras se deshicieron en sollozos y sus manos se convirtieron en puños, que golpearon mi pecho sin fuerza.

Le acaricié la mejilla y ella encogió el cuello, como una gata. - No volveré a dejarte sola ni una sola noche - Ahora fue ella la que cogió mi mano y la besó, sorbiendo con fuerza por la nariz. Volvió a sonreir durante un segundo y su sonrisa se transformó en una mueca traviesa, mientras sus manos me atrajeron hacia ella tirando de mi camiseta...

Dejo aquel frasco en la estantería, tapado con un corcho. Si lo abro todavía conserva el olor a arena, sol y agua de mar... Miro alrededor, a las sombras que envuelven todo.

No fui capaz de cumplir mi promesa y eso me consume por dentro. Quizá por eso recorro todos los rincones, buscando algo, no sé qué. Quizá busco un mensaje, algo que me diga que lo entendió, que me perdonó, qué demonios, que al menos pensó en mi, aunque fuera para odiarme.

Encuentro un viejo cuaderno abierto encima de la mesa. Me acerco y veo que hay garabateado un pentagrama con una partitura. Hacía años que no componía, pero recuerdo que cuando fueron a buscarla, la encontraron desmayada sobre el taburete con las manos sobre las teclas.

Sin saber por qué, ajusto la altura del taburete y me siento delante del piano, colocando el cuaderno abierto por la página de la partitura. Mis dedos están agarrotados por la falta de práctica, y las primeras notas resuenan vacilantes, pero conforme la música va llegando a todos los rincones de la casa, empieza fluir con vida propia.

Es una melodía que conozco, y ahora los recuerdos se desbordan sin control: El día que nos conocimos, aquella noche que fuimos cerrando los bares entre besos hasta que vimos amanecer, la primera vez que hicimos el amor, la manera que tenía de fruncir el ceño cuando se enfadaba...

Espera, aquí hay algo que falla... La melodía suena extraña... Quizá, después de todo, si me dejó un mensaje...


viernes, 1 de julio de 2011

Pensamiento Lateral

Una mujer entra en una cafetería y pide al camarero una taza de café con sacarina. Al momento, la mujer se sobresaltó al encontrar una mosca en su café.

Inmediatamente pidió que le trajesen una nueva taza y, tras tomar un sorbo, dijo:

"Esta es la misma taza de café que tenía antes... ¡¡únicamente quitaron la mosca!!"

¿Cómo lo supo?