viernes, 30 de noviembre de 2012

Atrévete...

El poder del papel, aunque sea un papel metafórico, como la pantalla en blanco de un blog, es asombroso. Quizá más aún por lo inesperado, por la manera sibilina de ejercer sus facultades.

El papel tiene la facultad de crear cosas de la nada. Uno pensaría que ese poder reside en el escritor, pero en el fondo eso es un engaño de la pueril mente humana, como en las culturas primitivas, cuando se pensaba que las lluvias iban o venían a merced de los deseos del chamán.

Realmente es el papel el que dota a los pensamientos de vida propia, cuando los acoge en su seno, y les da forma corpórea. No tanto porque convierta en reales las historias y personajes que habitan en los interminables libros escritos por el ser humano, no...Eso no son más que burdos intentos de forzar el poder de la hoja en blanco.

El verdadero poder se manifiesta cuando el escritor no está intentando crear, si no que deja que fluyan sus opiniones, sus sentimientos, y se da cuenta de que el hecho de escribirlos les dota de existencia, y convierte un pequeño chispazo de clarividencia en un infernal incendio que se realimenta con cada trazo.

Es ahí, en el oscuro mundo de las ideas no nacidas y de los sentimientos secretos donde se manifiesta la astucia del papel, y donde solo el creador más valeroso, o más desesperado, se atreve a entrar acompañado únicamente de una cuartilla y una pluma, buscando una presa fácil en forma de inspiración, quizá sin saber que corre el riesgo de abrir la caja de Pandora e insuflar vida a los monstruos de debajo de la cama.

Una pequeña semilla, una partícula, una brizna que no sabíamos que llevábamos dentro, crece y se convierte en un árbol frondoso, que escapa a nuestro control. ¿Cuántas veces un filósofo se ha transformado involuntariamente en ideólogo al plasmar sus ideas en una carta?¿Cuántos jóvenes, y no tanto, enfermaron de amor al plasmar por vez primera sus sentimientos en un poema?

La pluma es más fuerte que la espada, decía el Barón Lytton. Con razón, pues la pluma crea y la espada destruye, y tanto una como otra tienen doble filo.