martes, 21 de mayo de 2013

Cambiar todo para que todo siga igual

Una reflexión a medio cocer:

Si pretendemos cambiar el modelo educativo, y entendemos que eso comprende a alumnos, profesores y padres...

¿Por qué nos centramos únicamente en la reforma de lo que ocurre en el aula y no cambiamos también la formación de padres y profesores?


domingo, 19 de mayo de 2013

Hablar con una pared (o una tele de plasma)

Leo en El Pais una noticia sobre una participante en una manifestación de la Marea Negra, a favor de los mineros, que recibió un pelotazo de goma en el costado y se pasó 2 meses ingresada en el Hospital de La Princesa, con un neumotórax y varias vértebras fracturadas, estando en algunos momentos al borde de la muerte.

La propia noticia desmonta el prototipo de persona antisistema que recibe un golpe de la policía mientras utiliza la violencia para manifestarse (lo que no justifica el pelotazo, aunque puede atenuar la sorpresa en el alma del lector), puesto que presenta a la víctima como una jurista de 54 años, no afiliada a ningún grupo organizado, aunque simpatizante de izquierdas, que salió a la calle a aplaudir a los mineros casi al final de la protesta.

Lo que me preocupa de esta noticia ya no es que la policía se exceda en el uso de la fuerza para disolver a los manifestantes, o que se agreda a personas que nada tienen que ver con la violencia y que prácticamente pasaban por allí, lo que más me preocupa es la impunidad y el sentimiento de impotencia que genera la actuación posterior del Gobierno.

El Ministerio del Interior dice que no tiene constancia de heridos por pelota de goma, ni de ingresos en hospital de ninguno de los manifestantes, ni de que el Samur hubiera tenido que actuar sobre ninguno de los manifestantes utilizando el Soporte Vital Avanzado, pese a que existen los partes, tanto del Samur como del Hospital de La Princesa, diciendo lo contrario.

Presentada la denuncia en los Juzgados de Instrucción de Madrid, el juez acuerda el sobreseimiento de la causa, por no ser posible identificar a ninguno de los agentes de policía que efectúa el disparo de pelota de goma que impacta en la denunciante.

Es decir, el gobierno niega la realidad como si nunca hubiera ocurrido, pese a haber pruebas escandalosamente obvias en contra, y los jueces no pueden actuar contra nadie porque los agresores no van identificados.

Esto recuerda un poco a María Dolores de Cospedal hablando sobre simulaciones en diferido, a Carlos Floriano dando lecciones de legislación laboral o a nuestro ilustre presidente dando una "rueda de prensa" desde una televisión de plasma: Ocurren hechos graves, un representante del gobierno, o del Partido Popular, sale a decir una soberana gilipollez obviamente falsa o incluso sin sentido gramatical alguno, y aquí no pasa nada.

Impunidad e impotencia: Cada vez dejan menos margen para la justicia dentro del sistema.

PD: Por lo menos espero que esto sirva para que nadie piense que es una estupidez obligar a los antidisturbios a ir identificados.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Solidaridad o inversión

Un sistema de convivencia basado en la redistribución de la riqueza (generalmente a través de impuestos) siempre, siempre, debe contener actores que aporten su riqueza y no disfruten de los servicios que el sistema proporciona, o no en la misma medida.

Es decir, que para que el sistema funcione, siempre tiene que haber personas que pongan más de lo que el sistema les da, ya sea porque se proveen de los servicios por su cuenta, sin consumir los del sistema público (sanidad privada, educación privada, transporte privado, autopistas de peaje "privadas", etc) o porque su aportación al sistema supera al gasto que realizan de lo público.

Esto es así por la razón evidente de que si cada uno consume lo mismo que aporta, el que no pueda aportar, no puede consumir.

Por supuesto, un sistema de este tipo que no garantice la igualdad de oportunidades, y que no dedique una parte de los recursos a que todo el mundo pueda mejorar y tener recursos para no necesitar la aportación del resto, es un sistema viciado, que está avocado al clientelismo y la dependencia de las subvenciones.

Llegados a este punto, uno puede estar más o menos de acuerdo con pertenecer a un estado basado en la redistribución de la riqueza, puesto que eso viene dado por el conjunto de valores personales de cada uno, pero si se está de acuerdo, hay que ser coherente.

Propuestas que intenten hacer proporcional la aportación al sistema, y el retorno recibido de este, no intentan hacer el sistema más justo, si no plantear un modelo distinto, no basado en la redistribución de la riqueza, si no basado en el concepto de inversión, donde el retorno recibido es proporcional a la inversión realizada.

En ese modelo, el estado es un lugar donde invertir y los pobres son oportunidades de inversión para los ricos. Es el modelo de los bancos cuando nos prestan dinero, o de los mercados cuando nos financian. Es un modelo donde el que tiene invierte con la esperanza (o el compromiso) de que se le devuelva proporcionalmente, aumentando su propia riqueza.

Personalmente prefiero pertenecer a un sistema como el primero, pero allá cada uno. Lo importante es que sepamos distinguir entre un sistema basado en la solidaridad, y uno basado en la inversión, y tomemos decisiones sobre las propuestas que nos hagan acordes con nuestros valores.

domingo, 12 de mayo de 2013

Mariano III

Rajoy ve "lógico y sintomático de la buena salud de las democracias" que exista "contestación social a muchas de las medidas políticas tomadas para permitir la salida de la crisis sobre bases sólidas y estables".

Curiosamente, a esta consideración sobre el pueblo se añade su negativa rotunda a cambiar ni un ápice sus políticas de austeridad, control del déficit, recortes den derechos, vuelta a la doctrina moral de los años sesenta, etc...

Si suponemos que Rajoy no piensa cambiar su modo de actuar porque debe creer que es la mejor manera de actuar, llegamos a la conclusión de que nuestro ilustre presidente del gobierno debe considerar que el pueblo es como un niño pequeño, que patalea y llora cuando el médico le pone una inyección que es buena para él pero el pobre no lo sabe, y que eso es lógico (y sintomático de la buena salud de las democracias).

Si no recuerdo mal las clases de historia, a eso se le llamaba Despotismo Ilustrado.