jueves, 30 de junio de 2011

Ganadores del debate

Leo en El País:


No sabía yo que un debate sobre un tema objetivo se pudiera decidir por lo que opina la mayoría del público, y no por la veracidad de los argumentos...

Da la impresión de que el Debate del Estado de la Nación es algo parecido a los programas de la tele, donde salen unos cuantos a discutir y gritarse, sin utilizar argumentos lógicos de ningún tipo, y donde el público vota por sms quién ha ganado el debate, por supuesto sin que su voto tenga nada que ver con lo que han dicho o hecho los ponentes, puesto que nadie lo escucha y menos aún, lo entiende...

En el fondo, el pueblo tiene a los gobernantes que se merece.

martes, 28 de junio de 2011

Érase una vez...


Una joven princesa, prisionera en lo alto de un torreón. Tenía una larga cabellera negra y lisa, brillante, que se derramaba sobre sus hombros como obsidiana líquida, la piel suave y blanca, y unos traviesos ojos de gata.

La mantenía prisionera un horrible ser, grande y gordo, con unas gafas redondas sobre una nariz que llenaba su cara enmarcada por una barba descuidada y llena de canas, y una rala cabellera rubio pajizo cada vez más escasa. Vivía en la base del torreón en unas estancias enormes, dominadas por una gran cocina y un horno inmenso, que se mantenía encendido día y noche, preparando bandejas y bandejas de galletas, hasta el punto de que su olor impregnaba sus ropas permanentemente y le precedía como un ente independiente.

El horrible ser mantenía a la princesa encadenada a la mesa, y la obligaba a leer interminables rollos de pergamino llenos de runas mágicas garabateadas, que llegaban en camello desde las tierras del lejano sur. Debía leer los pergaminos, y seguir las runas con las yemas de los dedos, dejando que la tinta mágica saliera del tejido y se enroscara en ellos. Después tejía dibujos con esa tinta, fabricando hermosas cenefas que el horrible ser utilizaba para decorar las habitaciones del resto del torreón.

Por la tardes, cuando la princesa ya tenía los dedos doloridos y la cabeza llena de símbolos extraños, el horrible ser recogía las cenefas con un gruñido, le soltaba la cadena y la dejaba volver a sus aposentos, donde se dejaba caer, exhausta, en su jergón. A veces, los domingos, la dejaba bajar por la trampilla a la planta de abajo, para que limpiara la cocina y los baños, y esos días no tenía que procesar los horribles pergaminos.

Un día, al terminar su agotadora jornada de trabajo, decidió explorar el resto de habitaciones de la parte alta de la torre, en vez de irse a dormir directamente. La mayor parte de las puertas se encontraban cerradas, y no pudo abrirlas por más que tiró del pestillo, pero al final de un pasillo, en un recoveco, encontró una pequeña puerta que se abrió con un chasquido seco.

Al otro lado encontró una estancia con los muebles cubiertos de polvo y una gran estantería llena de libros. Al fondo, justo bajo una pequeña ventana con barrotes por la que se colaba la luz del ocaso, había una piano, cubierto de telarañas.

Desde ese día, pasaba las tardes y las noches leyendo bajo la luz de las velas, y tocando el piano mientras miraba la puesta de sol, y así el dolor de sus dedos desaparecía, y las runas que nublaban su alma se desvanecían liberando su mente para pensar en un modo de escapar. Después, cerraba con mucho cuidado la puertecita y volvía a su jergón, para que el horrible ser la encontrara allí por las mañanas y no descubriera su pequeño secreto.

Poco a poco, fue forjando un plan para escapar de su cautiverio: Se dejaría el pelo largo y se haría una trenza, y así, cuando fuera suficientemente larga, fabricaría una cuerda y escaparía desde la ventana de su pequeño refugio. Aunque la princesa estaba delgada, no cabía entre los barrotes, pero estaba segura de que si dejaba de comer las grasientas galletas de su captor, en poco tiempo podría salir por la ventana.

Lo que la princesa no sabía es que cada noche la música de su piano viajaba a traves de los barrotes de su ventana, llenando el aire de la noche, y llegaba a oídos de un caballero errante que vivía viajando de pueblo en pueblo y de taberna en taberna, ayudando a los campesinos a resolver sus problemas y los posaderos a vaciar sus barriles.

Cuando la oyó la primera noche, pensó que debía proceder de alguien muy triste y decidió buscar su origen, pero cuando llegó el amanecer la música cesó y no pudo continuar, viéndose obligado a parar en una taberna donde servían un sublime vino del Rejo. La noche siguiente, la música volvió a aparecer y pudo volver a ponerse en marcha, y desde ese día, comenzó a viajar solo de noche, al ritmo de la música, atravesando las comarcas del reino.

Mientras tanto, los cabellos de la joven princesa crecían y crecían, y su cuerpo menguaba y menguaba... El horrible ser comenzó a sospechar, y decidió hornear también un delicioso bizcocho de chocolate y ofrecerle todos los días una porción a la princesa, que ella escondía en su refugio, guardándolo para el día de su huída, aunque se chupaba las miguitas de los dedos con fruición cada vez que guardaba un trozo en una bolsa de piel de cola de mapache.

Por fin, llegó el día en que la trenza de la princesa fue suficientemente larga para llegar del torreón al suelo, y su cuerpo lo suficientemente delgado para caber entre los barrotes, así que esperó a que el horrible ser recogiera las cenefas de ese día y cerrara la trampilla que separaba la parte alta del torreón del resto para dirigirse hacia la pequeña puerta y el ventanuco.

Una vez allí, recogió su bolsa de cola de mapache llena de bizcocho y galletas, cortó su trenza y la ató a los barrotes, retorciéndose para pasar entre ellos, y comenzó el descenso agarrándose con ambas manos a su improvisada soga.

Sin embargo, en la parte baja del torreón el horrible ser encontró un error en las cenefas de ese día, puesto que la princesa, con la mente distraida por la emoción de la fuga, había cogido las runas del pergamino del día anterior y las había duplicado. Cuando subió a buscarla y vio que no estaba en su jergón, se dirigió a toda prisa, entre gruñidos de rabia, a la puertecilla que se encontraba abierta al fondo del pasillo, y desde allí vio la trenza atada a los barrotes.

Con una rapidez impropia de su enorme cuerpo, bajó las escaleras de caracol del torreón, armado con una amarillenta fusta metálica, y esperó a la princesa al pie de la torre, donde su trenza rozaba el suelo.

Cuando la princesa miró hacia abajo y vio a su captor esperándola, soltó un grito de pánico e intentó volver a subir, pero tantos meses sin comer para caber entre los barrotes la habían dejado sin fuerzas y se quedó, agarrotada de miedo, a mitad de escalada.

El horrible ser rugió y gruñó, y comenzó a mover la trenza, golpeando los muros de la torre con la fusta, y la amenazó con hacerle limpiar sus negros pies si no bajaba inmediatamente, pero la princesa aguantó entre gritos sin soltarse de la cuerda.

En ese momento, atraído por los gritos de la princesa, apareció el caballero que, viendo la escena, desenvainó su espada y se lanzó contra el horrible ser. Se batieron en duelo, espada contra fusta, y aunque el horrible ser era muy lento, golpeaba al caballero con demasiada fuerza y este se veia obligado a coger la espada con las dos manos para que no se le escapara con cada golpe, esquivándolos muchas veces por lo pelos.

La princesa aprovechó la distracción para bajar hasta el suelo y fabricar una honda con varias hebras de la trenza y un trozo de bolsa de mapache. Después comenzó a lanzar galletas con su honda, de las duras que guardaba en el fondo, al horrible ser, mientras estaba distraido atacando al caballero.

Debido a su nula puntería, una de ellas alcanzó al caballero en el yelmo, derribándolo con un quejido y un sonido metálico, pero cuando el horrible ser se agachó para darle el golpe final, se llevó un galletazo en la nuca y cayó redondo al suelo, muerto o inconsciente.

El caballero, confuso y agradecido, se dejó ayudar por la princesa para incorporarse, y los dos huyeron en su caballo, alejándose del lugar a toda prisa.

Y colorin colorado...

miércoles, 15 de junio de 2011

Dominio del recuerdo

Un recuerdo -pasado deleitoso-
me ataca y se apodera
tanto de mí que interna primavera
me somete a su acoso.

Aquel amor aun vibra
bajo el impulso de una imagen, mero
fantasma. Pido, quiero.
un imán se me impone fibra a fibra.

El espíritu invade mi existencia
con poder soberano.
Espíritu ya es cuerpo. ¿Quién presencia
tal fusión, tal arcano?

Amor, que fue tan fuerte
durante aquel minuto fenecido,
saliendo de su nido
mental en sensación se me convierte.

Mi memoria ya es carne, ya un placer
-soñado- resucita,
ya la verdad de mi vivir da cita.
¿Alma, cuerpo ? Mi ser.

Jorge Guillén

jueves, 9 de junio de 2011

Tormenta

- ¿Has navegado alguna vez bajo la lluvia?

Una frase, una mirada desafiante y una sonrisa traviesa. Nunca hicieron falta más elementos para hacer una estupidez.

El subidón de adrenalina fue brutal, nada más cazar la vela notamos el tirón del viento. La tabla volaba sobre las olas, dejando una estela de espuma cada vez que golpeaba contra el agua al saltar una de ellas. El rugido del viento me impedía oir cualquier cosa, y llegó un momento en el que no sabía si las gotas de agua que me empapaban la cara venían de abajo o de arriba.

De repente, el viento nos dio un respiro y el mar se quedó liso como un plato. El único sonido que escuchaba era el de las gotas repiqueteando suavemente contra mi neopreno. Dos gaviotas nos adelantaron a toda velocidad, volando bajo, muy juntas, alejándose del puerto.

Las seguí con la mirada descubriendo una imagen única:

El cielo estaba cubierto de nubarrones grises, a baja altura, pero el sol de la tarde luchaba por salir, y las hacía brillar con tonos fantasmagóricos. El mar era una mezcla de colores... Un abismo de azules oscuros se abría ante nosotros, salpicado con tonos marrones y varias franjas de turquesa un poco más lejos. En algunos lugares los rayos de sol habían encontrado un hueco y la superficie de agua brillaba bajo un incipiente arcoiris.

Y al fondo, siguiendo el rumbo de las gaviotas con la mirada se recortaba la silueta parda de la Isla de Lobos, con la mole de La Caldera llenando el cielo a su izquierda.

Apretamos los dientes y volvimos a tirar de la botavara, surcando de nuevo las olas, intentando sin éxito coger a las gaviotas durante unos minutos.

La lluvia empezó a caer más pesada y comenzamos a ser conscientes de nuestro error. La olas se estaban haciendo más altas y rompían encima de nuestras tablas, que bailaban bajo nuestros pies como débiles cascarones. El viento cambiaba de dirección constantemente y no nos dejaba seguir un rumbo firme. Las gotas de agua, cada vez más gruesas, golpeaban contra la vela y las manos empezaban a resbalarnos, ateridas de frío.

Tras varias caídas intentando remontar una ola, nos dimos cuenta de que no podíamos volver... Agotados, sentados sobre las tablas, volvimos la mirada hacia la playa, inalcanzable, y mis ojos creyeron intuir la figura de Jaime mirando desde el cobertizo con su ridículo gorrito. Casi podía ver su gesto de disgusto y su carraspeo, a punto de sermonearnos otra vez, mientras bajaba el carrito con la zodiac hacia la arena.

Casi simultáneamente, nos colocamos de pie, nos miramos, levantamos mástiles y pusimos rumbo a la Isla de Lobos, mucho más cercana.

Preferíamos esperar al raso a que escampara, que aguantar otra chapa...

Las dos velas se perdieron en el horizonte balanceándose bajo la lluvia, mientras Jaime, a cubierto bajo el tejado del cobertizo, se ajustaba la gorrita y se le escapaba una media sonrisa torcida.

miércoles, 8 de junio de 2011

Personajes (II)


Me acerqué lentamente al pequeño bar de la piscina. Parecía estar vacío, pero el contraluz producido por el sol de mediodía, que caía a plomo, y el pequeño tejadillo que cubría el chiringuito me impedía distinguir nada más allá de la barra.

Apoyé las manos con cuidado y asomé dentro la cabeza, cauteloso, esperando que la figura de Víctor surgiera de las sombras. Una voz femenina me respondió desde el fondo:

- ¿Quieres algo?

La voz era melodiosa, con un acento que no supe identificar, y su propietaria una chica rubia de unos veinte años, que salió dando dos saltitos hasta colocarse frente a mí.

- Pues venía a desayunar...

- Coge lo que quieras. - dijo con una sonrisa, mientras señalaba la mesita de madera donde se encontraba lo que podría ser el resultado de encargarle a mi abuela la preparación del buffet del desayuno. - ¿Te preparo un café con leche?

- Claro. - Contesté. Puesto que ya había visto muchas veces la mesa de desayuno de mi abuela, me quedé observando a la chica mientras preparaba el café.

No muy alta, no más de metro sesenta, la camiseta de tirantes dejaba ver un tatuaje de una mariposa negra que le cubría el hombro izquierdo y parte del homóplato destacando sobre la piel morena. Tenía ese tono de piel de quien ha pasado muchas horas al sol pero no está equipado para estar realmente moreno, por lo que permanece en un constante marrón rojizo.

Llevaba unos pantalones vaqueros que le colgaban de las caderas, cortados a la altura de las rodillas. Le quedaban grandes, dejando ver parte del bikini multicolor que llevaba debajo, pero pese a todo se intuían unas piernas fibrosas, como el resto del cuerpo. Iba descalza y una pulsera se le adivinaba entre la oscuridad, en el tobillo, por encima de unos pies pequeños que no dejaban de moverse nerviosos.

Apartó la mirada de la cafetera durante medio segundo y dirigió unos enormes y líquidos ojos grises hacia mí.

- ¿Has venido a hacer kite?

- No, yo hago windsurf... Tengo curso dentro de un rato. - Arrugó la pequeña nariz pecosa, como si el hecho de no hacer kite me colocara en una especie no domesticada.

- ¿Quieres que te prepare algo para llevarte? - Las manos se movían velozmente cogiendo una jarra de metal para calentar la leche y colocándose un mechón por detrás de la oreja. El pelo le llegaba a la altura de los hombros, y lo tenía algo húmedo, como si acabara de volver de la playa, con algunos mechones oscuros y otros dorados.

- Bueno... - Miré la carta de reojo y pedí lo primero que vi por debajo de los últimos 3 euros que podía rascar al fondo del bolsillo - Un sandwich mixto.

Me respondió con una pequeña carcajada y su sonrisa se hizo más amplia.

- Tú eres de Madrid, ¿no? - Otra vez volvió a usar ese tono melodioso.

- Si...¿por? - Me pregunté a mi mismo si mi acento sería tan evidente o es que la gente de por allí solo desayunaba agua de mar con tostadas. 

- Es que aquí nadie los llama sandwich mixtos, en mi tierra, por ejemplo los llamamos bikinis... - Se fue al fondo del puestecillo, y su silueta se perdió entre las sombras.

- Mmmmh... ¿Y tú de dónde eres? - Le pregunté a la oscuridad.

- ¿Yo? Soy de Barcelona. - Su figura volvió a aparecer, volviendo con la taza de café humeante.

- Ah, por eso tienes un acento tan raro... - Me salió sin pensar.

Ella, entre divertida y curiosa, se agachó para coger algo de un armarito y me miró desde abajo con media sonrisa pícara:

- Bueno, mezclo un poco...El acento canario me sale a "veses"... solo a "veses"...

martes, 7 de junio de 2011

Personajes (I)

- Así no, Javi, así no... Si das tantos pasos después de ceñir, cuando tengas una tabla más pequeña te va a cubrir el agua y se te va a venir abajo el tinglado...

Tales advertencias provenían de un hombre mayor, no anciano, pero más allá de la palabra maduro, que gritaba de pie sobre una zodiac demasiado pequeña para su altura. Tenía la piel oscura y curtida hasta alcanzar la textura del cuero viejo, y una mata de cabellos rizados y canosos le sobresalían por debajo de un ridículo y descolorido gorrito gris de pescador, meciéndose con el viento.

Le faltaban varios dientes, la rala barba cana peleaba por despegarse de su aceitosa piel, y cubría sus ojos con unas gafas de sol ajustadas y de cristales polarizados, que cambiaban de color con cada movimiento de su cabeza, anacrónicas con respecto al resto de su indumentaria.

Y pese a todo, erguido como estaba con su gastado neopreno gris que no llegaba a cubrirle las rodillas, indiferente al vaivén de las olas que nos descolocaban a todos, era la figura más digna que podía verse en toda la playa y el puerto adyacente, más aún que los capitanes de barco que atracaban constantemente en la zona.

- Has aprendido hace poco a navegar, ¿no? - Me decía, con un acento isleño y un tono de voz que podría ser de abuelo irritado.

Yo, me tragaba el orgullo y mis años de experiencia, por lo visto mal aprovechados, y contestaba con cierta sorna:

- He tenido malos maestros, y he sido peor alumno...

Viéndole dar clase al resto del grupo, se diría que sus alumnos aprendíamos a pesar suya, pero un observador mas fino se daría cuenta de que, torpes o hábiles, mayores o jóvenes todos hacían progresos, así que debía de tener algo. Quizá fuera su mala leche, que aplanaba las olas y frenaba los vientos, o que su meticulosa manera de recordarte tus errores una y otra vez terminaba por introducirte los movimientos directamente en el cerebelo, por fuerza bruta, sin pasar por el cerebro.

Nunca le vi mojarse un pelo, ni siquiera se ponía los escarpines para pisar las rocas debajo del agua, porque no le hacían falta.

Cogía las tablas, el carrito y las velas y las llevaba hasta la orilla o nos decía que las cargáramos nosotros. Una vez allí, nos dirigía para que las amarrásemos en las boyas y engancháramos las velas, mientras él bajaba un pequeño remolque con la zodiac hasta el mar. Con movimientos rápidos y seguros, deslizaba la motora en el agua y se montaba. Arrancaba el motor y desde ahí, a veces de pie, a veces sentado, iba de alumno en alumno dando indicaciones, soltando improperios y corrigiendo errores.

Tampoco le vi nunca subirse encima de una tabla, ni levantar una vela... Por un momento me recordó a mi vieja profesora de educación física, Aurora se llamaba, a la que nunca vi realizar ni un solo ejercicio, aunque su pequeño y esbelto cuerpo no dejaba lugar a dudas de que hubiera podido hacerlos todos mejor que el más en forma de sus alumnos. Quizá tanto uno como otro estaban en ese momento de la vida en el que preferían usar la fuerza de las palabras a la fuerza de los hechos, o quizá no querían arriesgarse a perder su dignidad ante la posiblidad de un error tonto.

También era sorprendente verle repartir sus collejas verbales en varios idiomas. Compartí clase tanto con gente de habla inglesa como de habla alemana, y a juzgar por las caras que ponían, que no tenían nada que envidiar a mis avergonzadas muecas, sus acerados comentarios debían estar dándoles donde más les dolía.

Y sin embargo un día, al volver al cobertizo en el que guardábamos las tablas, con los brazos ardiendo de cansancio y del calor del sol, y el gesto derrotado después de la clase, me dio una palmada en el hombro, me dedicó una sonrisa desdentada y me soltó:

- Muy bien, Javi, has progresado mucho.

Pensé:

- Debe de creer que he contratado el cursillo de tres días en lugar del de cinco...

lunes, 6 de junio de 2011

Monarquía o República

Hoy he visto una noticia en la que un grupo de personas recibió al Príncipe de Asturias con gritos de "viva la República" y abucheos, cuando se dirigía a la entrega de los premios Principe de Viana en Pamplona. Una joven pretendía hacerle entrega de una carta en la que supuestamente quería pedir un referéndum sobre monarquía o república pero los servicios de seguridad se lo impidieron.

Sorprendentemente, a la salida del acto el Principe se acercó a la joven y habló con ella sobre sus peticiones. En una conversación grabada por las cámaras que duró un escaso par de minutos, el Príncipe defendió la postura de que en un estado democrático como el nuestro, todo es posible, y la joven contestó que, tal como está redactada la Constitución es prácticamente imposible convocar un referéndum como este.

La verdad es que me ha sorprendido que el Príncipe entrara al trapo a discutir con la joven, y me ha sorprendido aún más el tono. En principio la conversación parecía amigable y todo lo educada que podía ser, pero me ha dado la impresión de que al Príncipe se le ha acabado la paciencia y al final ha cortado el diálogo con un "bueno, ya has conseguido tu minuto de gloria..."

Si me ha sorprendido que el Príncipe debatiera con la joven es porque, generalmente, lo miembros de la Casa Real no entran al fondo de la cuestión en casi ninguna de sus declaraciones públicas excepto cuando se refieren a obviedades o a temas comunes con un consenso generalizado rayano en la unanimidad. Supongo que esto es así porque deben permanecer en la más absoluta neutralidad, dada su requerimiento de ser representantes de todos los españoles.

Es decir, para no disgustar a nadie, no expresan ninguna opinión medianamente profunda sobre ningún tema excepto que se sepa que hay una opinión unánime sobre ese mismo tema (en cuyo caso no se puede disgustar a nadie, puesto que no hay oposición).

En este caso, supongo que era claro que el Príncipe se declararía monárquico y no es un hecho que fuera a sorprender a nadie, pero se me ha hecho raro verle expresar una opinión en contra de uno de sus súbditos. Sospecho que el grupo de los republicanos es el único con el que no puede quedar bien, diga lo que diga, puesto que se oponen a la monarquía por el mismo hecho de su existencia, así que no perdía nada expresándose con claridad.

Por otra parte, me he preguntado muchas veces por qué hay esa aversión hacia la república, forma de gobierno que a priori parece más democrática que la monarquía, sistema de gobierno basado en el derecho hereditario. Por supuesto, en España la Monarquía está desarrollada mediante un sistema parlamentario, en el que el poder real recae sobre los diferentes gobiernos estatales, autonómicos y locales, que son elegidos mediante un sistema de elecciones (sobre la calidad democrática de este sistema ya he escrito algún otro post y no me voy a extender aqui).

Con todo, eso no quita que la Jefatura del Estado, término muy pomposo pero cuyas funciones casi nadie suele tener claro, sea designada directamente por motivos hereditarios y que sería normal que cualquiera que entienda que el sistema democrático es bueno para elegir gobernantes, tuviera la misma idea sobre la designación del Jefe del Estado.

Supongo que el motivo principal ya no sólo para evitar elegir una forma de gobierno republicana, si no para evitar pedir un referéndum o incluso debatir sobre ello, es el recuerdo de la historia de España. Cuando la gente habla de La República Española (no de una república española), todo el mundo se acuerda o cree referirse a la II República (o incluso a la I), que acabó con un golpe de estado, una guerra civil, y una dictadura de 40 años.

Sin embargo, tengo la intuición de que en aquellos momentos, ser republicano era algo muchísimo más radical de lo que es ahora. Ser republicano era oponerse a todo un sistema de gobierno, unas creencias y un estilo de vida, y cuando se expulsó a la Familia Real y se instauró la República, se radicalizaron las posturas de los que estaban a favor y de los que estaban en contra, que se sintieron amenazados, desembocando en un enfrentamiento permanente a todos los niveles.

Hoy en día, cambiar de una monarquía parlamentaria como la actual, a una república en la que la elección del Jefe del Estado también fuera democrática, no cambiaría el reparto real del poder, ni el estilo de vida, ni creo que desatara una persecución religiosa de ningún tipo.

Lo más que provocaría es extender el fango de la política actual a la Jefatura del Estado. Es decir, cambiaríamos un Rey designado por derecho de nacimiento a un Presidente designado por el aparato del partido y ratificado por el resto de españoles lo que, con todo, seguiría siendo una mejora puesto que cualquiera podría optar al puesto.

Así que me pregunto cuándo estará la sociedad española preparada, no ya para elegir una forma de gobierno republicana, si no para tener un debate racional sobre el tema, en el que no se mencione los dos intentos fallidos previos de una república (que por otra parte, podrían ser contestados con la mención de múltiples monarcas previos, también fallidos). Supongo que será el mismo día en el que se pueda hablar de política, religión o educación sin que la gente tenga reparos en decir lo que piensa.

En el fondo, el pueblo se merece a sus gobernantes...

PD: Y otro día hablaremos de por qué esta noticia se ha publicado hoy, cuando los hechos se produjeron el viernes 31 de Mayo...