Sé que hoy no le interesará a nadie esta entrada. Podéis saltarla si queréis, pues hoy especialmente solo publico para mí.
No me salen las palabras...
No puedo adoptar un tono impersonal, no puedo teñir mis frases de ironía o de humor, no puedo ponerme categórico o didáctico, pues lo único que me cabe dentro, que me llena y me sale por los poros es la tristeza...
Hoy escribo esta entrada como un fútil intento de parar el tiempo e impedir que se nos escape entre los dedos, como un intento de hacer una foto mientras la imágen todavía esta fresca, antes de que el viento se lleve los recuerdos.
Parece mentira que podamos coger tanto cariño a una pequeña criaturita, que algo así nos pueda afectar tanto a nosotros, seres racionales, cumbre creciente de la evolución...
Peloti es en mi recuerdo un pequeño ser que concentró muchos sentimientos: capaz de correr como el viento, de saltar, de cambiar de dirección y mantenerse en el aire desafiando a las leyes de la física. Capaz de encogerse como una bolita para lavarse las orejas (inmensos rotores que usaba para volar más alto), de generar su masa corporal en pelotis en menos de una hora, de subir a la torre más alta del escritorio y lanzarse desde allí a velocidades superlumínicas, dejando como único rastro una nube de papeles cayendo mánsamente.
Travieso, elegante, digno como el que más... todavía recuerdo cómo le rescatamos en una pequeña caja de cartón, hace ya 5 años, cuando sus patas todavía no le sostenían y podíamos llevarle guardado en un bolsillo a la facultad. Recuerdo cómo corría en La Berzosa delante de mí, echándome carreras y quebrando mi cintura con cada giro imposible. Recuerdo cómo ampliamos el corralito de Pollo para poder construirle un pequeño hogar y cómo le gustaban las galletas y los cereales.
También recuerdo que en los últimos meses ya casi no podía moverse y era muy triste, y la impresión ayer de juguete roto, respirando pesadamente, tapado con una manta sobre la mesa del veterinario... Espero que ahora mismo este alegre, corriendo sobre un monte verde e infinito, esperando pacientemente la llegada de Pollo para poder volver a jugar juntos.
Parece mentira, pero las lágrimas no me dejan continuar este inútil intento de retener los recuerdos, y sin embargo no salen por tí (que ya no puedes sufrir), si no por los que dejas aquí, por los que te echarán de menos, los que saben que hiciste un pequeño hueco en su vida y ya no será igual, y no sólo porque ya no puedan cuidarte o jugar contigo, si no porque me doy cuenta de que todos esos momentos se han ido, porque la vida es morirse poco a poco y como dijo Heráclito, uno nunca puede cruzar el mismo río dos veces, porque cada momento es irrepetible y se nos escapan cada día...