viernes, 21 de diciembre de 2012

No hay luz sin oscuridad

Venía andando por las calles de Madrid, solo, a las 4h de la mañana, en una situación especialmente lúcida, o especialmente alucinógena, que a veces no se sabe distinguir, reflexionando sobre la vida, sobre el rumbo que toman las cosas, sobre las veces que hacemos el tonto.

¿Y por qué elegimos siempre tropezarnos y caer?

Porque vivir bajo la luz de tus ojos es muy parecido a lo que sienten las mariposas atrapadas en un farolillo, que saben que les quema, pero no pueden huir.

Porque surcarte es como nadar en el océano oscuro y profundo. Porque sin el horror presente de hundirme para siempre en sus profundidades, no sería muy distinto de nadar en una piscina.

Y mil veces intentaré navegar, nadar, aprender a moverme por tu esencia, y mil veces me ahogaré y moriré, y veré con mis ojos las bestias abisales, y el miedo me atenazará, y el aire me faltará en los pulmones... Y sin embargo mil veces elegiré seguir abrazado a ti, a tu recuerdo o a tu deseo, al sueño de estar contigo.

Porque me haces sentir. No ya bien o mal. Me haces sentir. A secas.

Alegría, placer, dolor, miedo, es lo de menos, pero me hace sentir vivo. Y la vida sin la posibilidad de la pérdida y el dolor, de la alegría y de la ilusión no es sino un yermo caldeado. Una habitación confortable, donde no hace frío, ni calor, ni sientes deseos de moverte excepto para atizar las brasas de una chimenea que no produce llama, que solo te mantiene caliente mientras el tiempo pasa.

Porque es muy fácil ser racional y juzgarlo todo mirando a través del témpano de hielo, pero tú lo rompes en mil pedazos y lo que queda al otro lado es la llama desnuda de tu sonrisa y tu ceño fruncido. Y prefiero sentirme indefenso bajo la lluvia de tu desdén y permitirme después sentir tu piel con mis propias manos, que refugiarme tras los guantes y la capucha y sentirte como un cirujano, que te abre, te opera y te cose los órganos interno, y no sabe nada de tu alma.


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