domingo, 12 de septiembre de 2010

Despertar

El ruido de la calle entra por la ventana abierta, monótono, insistente... El aire moviendo las cortinas con dejadez, el sol iluminando un despertar tenue, pesado, dejando caer su luz sin ganas sobre un escenario vacuo, como el día después de acabar una función, cuando el polvo ya se ha posado en las tablas, y en las butacas solo resuena el eco del público, de sus aplausos, de sus gritos...

Ruido.

Voces... niños jugando en la calle, rasgando el pesado silencio...

El sonido que acompaña a la soledad, que la confina en una esfera, acogiendo en su seno un espacio vacío, tan solo lleno de pensamientos, dudas, recuerdos... El sonido que aísla el alma, que la protege, que la asfixia, que le impide salir y la obliga a centrarse en sí misma.

Y así la consciencia reaparece en un lugar yermo, sin nada más de que alimentarse que de sí misma, añorando volver a la ilusión del sueño, anhelando la irrealidad onírica en lugar de la vana realidad.

Anoche te vi en un sueño.

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