La mentira es una pared invisible que se interpone entre las personas. Cada mentira que contamos se convierte en un ladrillo que levanta poco a poco un muro que nos aísla de los demás, y cada media verdad es una especie de cemento que da consistencia al conjunto.
Lo peor de todo es que cuando el muro tiene una cierta altura, comenzamos a sentirnos seguros, protegidos, e incluso superiores a los demás, que son incapaces de acceder al interior de nuestro castillo, y empezamos a dedicar más esfuerzo a construir y reforzar ese muro, pues lo consideramos beneficioso, hasta el punto de convertirse en un acto natural que nos pasa desapercibido.
El problema es que pasado ese momento, no estamos construyendo un castillo, si no una cárcel.
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